La historia está repleta de ellas. Historias que se repiten
cambiando el nombre de los actores y la localización, un mero cambio de
decorado. Un contrasentido de todo lo aprendido es que al final, no aprendemos
nada y volvemos a actuar (mal) una y otra vez.
Es el inexorable ciclo de un tiempo nacido de un momento
convulso que acaba en otro que repetirá el ciclo.
La decadencia, es el acto final que se lee en esta parte de
nuestra historia repetida hasta donde los escritos nos recuerdan.
Decir que el hombre está en la cúspide por su inteligencia, es
solo por nuestra incapacidad para reconocer una inteligencia y la estupidez de
creer que la nuestra, de modo colectivo, la es.
Hacemos un daño irreparable al planeta, sin visos de acabar con
el. Nos reproducimos como una plaga, ajenos a un orden natural. Avanzamos
tecnológicamente en la forma de eliminar y eliminarnos más rápidamente. Permitimos
que nos gobiernen personas corruptas, que perdamos derechos conseguidos muy
duramente.
Olvidamos la lógica más simple y damos armas a los más
agresivos contra los más civilizados. Permitimos que se desmorone la cultura en
beneficio de inconscientes que ven en las reglas de convivencia en privadores de
su libertad y que la de los demás que la limite, debe combatirse.
Nuestra civilización está enferma y la historia nos enseña
que no para rejuvenecer, sino para morir.
El tiempo de convulsión llegará, como lo ha hecho
incontables veces y sufriremos o sufrirán nuestros descendientes, como ya lo
hicieron otros tantas veces.
¿Dónde está la inteligencia del ser humano?
¿Dónde esta la Humanidad de la especie?
Cada cierto tiempo, un imperio surge del caos e impone sus
reglas. Crece madura e irremediablemente se descompone, conforme alteran las
reglas o su cumplimiento.
Observa a tus vecinos, a tu barrio, tu pueblo o ciudad, tu
país y a los otros países. Lee sobre su historia y pregúntate ¿Si somos
inteligentes, que hemos aprendido?
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