lunes, 30 de marzo de 2020


Un cuento corto

Era tan pobre, que apenas tenía unas migas de pan. Sin hogar ni ningún otro bien me  senté en una piedra, en el camino del bosque. cerré los ojos y me eché a llorar
entre mis gemidos me pareció oír cierto alboroto y sorprendido vi unos animalillos que hacían cola frente a mi.

-¿Porqué lloras? me dijo una alondra
-Me gustaría escapar volando de esta situación
-Dame una miga de tu pan y te daré alas a cambio

Lo hice sin pensar, claro.

-¿cómo has llegado a esta situación? preguntó el cuervo
- acepté la ayuda de usureros y acabaron con todo lo que tenía
-a cambio de una miga te daré mi objetos brillantes

Oro y piedras preciosas, Lo hice sin pensar, claro.

-¿Es que no tienes oficio? preguntó el zorro
-No he sabido aprender cosas
-cámbiame una miga de tu pan por inteligencia

Lo hice sin pensarlo 2 veces.

El oso dijo -Tienes muchas cosas ahora. dáme tu última miga de pan y te doy mi cueva a cambio, para que guardes tus bienes y puedas descansar

Nuevamente acepté sin pensar y salí volando hacia la cueva con mis nuevas pertenencias. llegué exhausto.

Allá yacen mis huesos, muerto en mi nueva y última morada, rico y listo lo perdí todo en el esfuerzo de volar.

Moraleja: No aprecié lo que tenía.

Como pompas de jabón

Desde muy pequeños creemos asumir el control. aprendiendo a manipular nuestro entorno, llorando para comer o para llamar la atención de quien nos cuidaba, en esa realidad inasible, de que estamos totalmente a merced de las circunstancias.

Modificamos nuestra manera de ser para adaptarla a esa necesidad de ficticio control, sorteando con nuestras decisiones el afrontar o eludir las vicisitudes. Aún con un calculo medido, en la que nos creemos con fuerza, física o intelectual para salirnos airosos.

Nos asusta nuestra fragilidad, la facilidad con la que nos lleva el aire de aquí para allá, la fuerza de las corrientes que nos arrastran por caminos que nunca quisimos tomar y en las que nos esforzamos en mantener unas reglas aprendidas, veraces o ficticias, que asumimos como propias.

En un momento u otro, la ficción se hace insostenible y se rompe a la evidencia.
Despertar de la seguridad onírica que te envolvía y recomponerse es algo relativamente proporcional a la inversa del esfuerzo empleado en tratar de mantenernos en aquella realidad absurda y paralela que se esfuerza en seguir tirando de nosotros contra toda lógica.

Seguimos queriendo mantener un paso firme y recto hacia alguna meta dificultosa en un camino pedregoso y polvoriento sin percatarnos de que flotamos, como pompas de jabón, frágiles como ellas que pueden explotar en cualquier momento.

Poco más que decir del ahora, del presente, que es todo cuanto tenemos y lo demás son quimeras.

Desaprender lo aprendido, es una bonita frase pero ardua de llevar a cabo. Podemos perdernos en un pasado inalterable, en un vano intento de darle sentido ante el nuevo contexto.

Son muchos los escollos a que nos podemos agarrar para permanecer en el mundo perdido, ocultando el miedo para afrontar el actual.

Flotamos por donde nos lleva el viento y toda nuestra fortaleza radica en las decisiones que tomemos y de recordar solo aquellas que sean útiles, dejando atrás todo peso inútil.

No hay una edad sino un momento en el que lo que decidas o dejes pasar, marcará la diferencia.

Con tal fragilidad, sonreír es una estrella que señala el norte.