La necesidad de reaprender
La sobremesa de aquellas navidades estaba llena de historias
que contaban los mayores, entre cafés y licores. Historias que tenían más de un
punto de vista gracias a la variedad económico social de las varias
generaciones allí reunidas. Cada una de ellas, coloreada por el cristal por el
que mira el orador.
Toda historia tiene dos versiones al menos, cree la mitad de
cada una para tener una idea, me contó una vez mi padre.
Las historias sobre los acontecimientos de la guerra civil
vivida por los abuelos, la postguerra contada por sus hijos y sobre todo, los
razonados debates civilizados, me dieron una idea poco realista de la
imposibilidad de que se repita otra. Una
educación católica y el buen momento económico: y el subidón de azúcar de los
turrones fueron una mala combinación.
La división de rojos y azules se desdibuja con el tiempo y
con el fin del autoritarismo se confunde con trabajadores y empresarios, pobres
y ricos, otras asociaciones desafortunadas.
España se convirtió en una monarquía parlamentaria a la que
se le asocia muy cuestionablemente la palabra democracia.
El derecho al voto, en listas cerradas, confeccionada con
personas afines y escrupulosamente filtradas por los partidos políticos, que
piden el voto para representarnos con programas que no necesariamente van a
cumplir, no me parece suficiente para llamarlo democracia.
Quién no ha escuchado de un familiar o conocido decir ¡qué
bien habla, no he entendido nada! o ¡Que guapo!... argumentos tan válidos como
creer en partidos rojos o azules.
El moderado PSOE de Felipe González facilitó la creencia de ser
un partido conveniente para el trabajador, pero el poder corrompe y con ello llegó
el voto de castigo, que no versa sobre nuestras preferencias políticas, sino
como respuesta ofendida del único acto de poder público.
Y como la corrupción no tiene colores empiezas a creer que
la decisión de votar al otro lado no es solución y los extremos no son buenos y
buscas el equilibrio del centro hasta que el centro tiende a desaparecer en el linde
entre dos lados opuestos
Si incumplir promesas no bastase, descubrir que la ley no es
igual para todos, que se cambian en beneficio de la casta política, jueces
incluidos te empujan a cuestionarte todo, incluso que llamen democracia a algo
que no lo es.
El deber puede moverte a protestar y lo haces con un voto en
blanco o uno nulo como protesta, seguramente sin saber que siguen siendo votos
colaborativos e inútil como protesta.
Queda el acto “reflexivo” de no ir a votar, como único medio
de que no sea usado tu voto como consumado acto de aceptación del corrupto
estado generalizado de la política.
Recordemos que ir a votar es un derecho, no una obligación,
según se indica en el articulo 31.1 de La Constitución Española aunque tengo
serias dudas sobre parte de su definición de:
Libertad, donde nadie puede obligarte a votar o
revelar tu voto. ¿Dónde quedan las encuestas (incluido el CIS)?.
Igualdad donde todos los votos tienen el mismo valor,
aunque el sistema D´Hondt hace precisamente lo contrario, resolviendo un
problema decimal para el reparto de escaños, eliminando el valor de igualdad y
de paso a las iniciativas incipientes.
Directo donde los votantes supuestamente eligen a
sus representantes sin intermediarios. ¿Dónde deja eso a las listas cerradas?
El voto es una herramienta fundamental para la elección de los
representantes del pueblo. Una vez emitido, estos harán en nombre de todos lo
que ellos consideren oportuno, que no parece ser las necesidades de quienes
votaron sino las suyas propias
Si la mayoría de la población se abstuviera en las
elecciones, y los políticos tuvieran un mínimo de dignidad, podrían considerar
la necesidad de cambios. Estos cambios podrían proporcionar al pueblo las
herramientas necesarias para ejercer un control democrático
Mientras exista impunidad o aforamientos, no habrá igualdad
ante la ley
No pueden llamarse representantes de los electores aquellos
políticos que incumplan o sean incapaces de alcanzar las promesas por las que
se les confiaron los votos, dimitir seria lo adecuado.
Mientras el poder judicial no sea totalmente independiente,
no puede ser justo.
En España hay 400.000 políticos, Alemania tiene 100.000.
Un sueldo vitalicio no tiene una explicación aceptable.
Las comunidades autonómicas como descentralización del poder
central no deberían suponer una diferencia negativa entre los españoles.
Los funcionarios deberían tener una situación laboral
similar al sector privado con objetivos y mínimos y no verse limitados a
despidos solo en casos muy extremos.
Sobre todo, nunca legislar en favor propio o de otros
políticos que atente contra el pueblo español o que signifique una diferencia
ante la ley.
En mi inocencia, lleno de espíritu navideño y turrón, creía que los diferentes partidos colaboraban
en los puntos comunes y ofrecían puntos de vista diferentes y control sobre el
gobierno con España como objetivo.
Ojalá los políticos supieran debatir de manera razonable y civilizada,
como mis mayores en aquellas navideñas sobremesas.