martes, 23 de mayo de 2023

No usarás el nombre de la Democracia en vano


 

La democracia ateniense floreció entre el 508 a.C. y el 404 a.C. En su esencia, este sistema otorgaba el poder al pueblo, quienes elegían a sus funcionarios y aprobaban leyes en asambleas. Las democracias contemporáneas se consideran una evolución de este concepto, basándose en la libertad del pueblo para elegir a sus representantes.

De forma gráfica, podemos representar una democracia como una pirámide invertida, donde el poder reside en el pueblo, la parte más amplia. Por otro lado, repúblicas representativas, monarquías parlamentarias e incluso dictaduras, se asemejarían a una pirámide convencional, con el pueblo situado en la parte inferior.

 

Es evidente que la democracia ateniense necesita adaptarse a la realidad actual. A diferencia de esta, hoy las mujeres tienen derecho al voto y la esclavitud ha sido erradicada. Otros desafíos, como la participación de sociedades más amplias y las condiciones del sufragio, son perfectamente abordables.

 

Sin embargo, las democracias contemporáneas temen que el poder en manos del pueblo pueda resultar en la pérdida de derechos y libertades individuales debido a la llamada “tiranía de la mayoría”. Por esta razón, se estableció la separación de poderes en los ámbitos legislativo, ejecutivo y judicial como mecanismo de protección. No obstante, el hecho de que los jueces puedan ser elegidos según intereses políticos, e incluso personales, es un claro indicador de que algo no funciona correctamente.

En relación al temor de perder derechos constitucionales, aunque posible, no se compara a la controvertida situación actual de los derechos, como el de a la vida.

En cuanto al derecho a la igualdad, aún enfrentamos diferencias entre sexos, subdividiéndonos en imaginativas categorías en lugar de utilizar un término más unificador e igualitario como "personas". El idioma también se convierte en un factor que diferencia a las comunidades en nuestro país, ya que algunas exigen mantenerla para contratar o educar en contra del artículo 14 de la constitución.

Es innegable que existe una desigualdad manifiesta ante la ley, con diferencias entre políticos aforados y comunidades autónomas en comparación con la población general. Otros aspectos interesantes, como el derecho a la vivienda, se consideran más una obligación de los poderes públicos, quienes aún no encuentra soluciones adecuadas. La protección de la propiedad privada también se encuentra en tela de juicio, tanto en casos de allanamiento como en leyes que reducen las penas por usurpación o por intervención en los alquileres.

 

Hay muchas razones para cuestionar si el sistema actual es una versión evolucionada de la democracia o más bien la de un sistema feudal. Sin embargo, lo que es innegable es que los temores acerca de la tiranía de la mayoría aún están por verse, mientras que la tiranía de unos pocos es un hecho comprobado.

Si el pueblo no tiene poder de control sobre sus representantes, no le llames democracia.